La política comercial e industrial hacia China es una de las escasas coincidencias entre el presidente de Estados Unidos Joe Biden y su predecesor Donald Trump.
Manteniendo aranceles elevados y empresas chinas en la lista negra, Biden presentó al Congreso un plan de inversiones en desarrollo para asegurarle a Estados Unidos el liderazgo mundial.
El texto fue adoptado este martes por el Senado. Ahora tendrá que pasar por la Cámara de Representantes.
Pekín viene ganando desde hace tiempo la batalla por la industria manufacturera -aún cuando Biden, al igual que Trump, dice poder traer herramientas de producción industrial a Estados Unidos-, al menos en lo que respecta a productos estratégicos como chips de computadoras o componentes farmacéuticos.
Con su plan “Fabricado en China 2025” lanzado hace seis años, Pekín quiere dominar las tecnologías del futuro.
Demócratas y republicanos temen que China, que ya lidera el camino en la tecnología 5G de internet móvil ultrarrápida, ponga en peligro la seguridad nacional de Estados Unidos.
La internet 5G permitirá que billones de datos circulen fluidamente en forma simultánea pero dejó a la web más expuesta al riesgo de robo de secretos industriales, informaciones privadas o actos maliciosos.
El gobierno de Trump ya había advertido la posibilidad de que Pekín pueda interrumpir las telecomunicaciones estadounidenses.
Con los actos maliciosos que se multiplicaron en los últimos meses, ese riesgo está más presente que nunca en las cabezas de demócratas y republicanos.
Con el pretexto de proteger la seguridad nacional, Trump había prohibido a las redes estadounidenses de telecomunicaciones proveerse en sociedades extranjeras consideradas de riesgo, especialmente el gigante chino Huawei.
La semana pasada Biden amplió la lista de entidades chinas en las que los estadounidenses están impedidos de invertir. Para eso modificó una orden ejecutiva de Trump para incluir a empresas chinas involucradas en tecnologías de vigilancia susceptibles de ser utilizadas contra la minoría musulmana de uigures y disidentes, no solo en China sino también en el mundo entero.
Trump había impuesto derechos aduaneros punitivos a productos importados desde China por cientos de miles de millones de dólares.
De momento, Biden no levantó esas tasas arancelarias suplementarias.
La representante estadounidense de Comercio, Katherine Tai, no lo ocultó: esas tarifas son una forma de presionar a China.
China subsidia abiertamente a sus empresas e invierte masivamente.
El plan estadounidense, adoptado este martes en el Senado, prevé favorecer a las empresas estadounidenses, la producción local y, en consecuencia, el empleo.
El texto prevé que se inviertan 52,000 millones de dólares en cinco años para incitar a las empresas a fabricar semiconductores en Estados Unidos y emprender investigaciones e innovaciones en esa área.
También incluye dedicar 1,500 millones de dólares a desarrollar la 5G.
Trump había crispado considerablemente las relaciones diplomáticas entre las dos potencias pero sus economías siguen muy interconectadas.
Los intercambios comerciales tuvieron una cierta reducción debido a la guerra comercial entre Washington y Pekín y por pandemia de COVID-19.
La duda que queda es si las dos mayores economías del mundo iniciarán una verdadera disociación.
AFP