La hepatitis D es la forma más grave de hepatitis vírica crónica. No existía un tratamiento específico y el empleado en otros tipos de hepatitis tenía una eficacia muy escasa en estos pacientes. Pero un nuevo fármaco, que bloquea la entrada del virus en las células del hígado, está mostrando resultados prometedores.

El hígado desempeña importantes funciones en nuestro organismo, entre otras, “almacenar nutrientes; eliminar productos de desecho; filtrar y procesar químicos procedentes de los alimentos, el alcohol o los medicamentos y producir bilis, una sustancia que ayuda a digerir las grasas”, detallan los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés).

Desde los CDC advierten que si el hígado está inflamado o dañado no puede hacer su trabajo de manera adecuada. La inflamación del hígado se llama hepatitis y puede darse por diferentes causas como el consumo excesivo de alcohol, el uso de ciertos medicamentos o problemas con el sistema inmune. Pero, a menudo, la hepatitis está causada por virus.

Hay cinco tipos de virus de la hepatitis: A, B, C, D y E. “Si bien todos ellos causan enfermedad hepática, se diferencian en aspectos importantes, sobre todo en los modos de transmisión, la gravedad de la enfermedad, la distribución geográfica y los métodos de prevención”, subraya la Organización Mundial de la Salud (OMS). Algunos tipos de hepatitis, concretamente la B, la C y la D, pueden derivar en cirrosis y en cáncer hepático.

La hepatitis D sólo se da en personas infectadas con el virus de la hepatitis B. El virus D “es el más pequeño de los que infectan al ser humano”, indicó María Buti, hepatóloga del Hospital Vall d’Hebron de Barcelona, en un seminario web sobre hepatitis D organizado por la Asociación Española para el Estudio del Hígado (AEEH). La doctora aclaró que el virus D necesita la presencia del virus B para poder replicarse.

“La infección simultánea por los virus B y D se considera la forma más grave de hepatitis vírica crónica, dada su progresión más rápida hacia el carcinoma hepatocelular y el fallecimiento por causas hepáticas”, destaca la OMS. Además, tanto la hepatitis D como la B suelen ser asintomáticas hasta que se encuentran en fases avanzadas, es decir, cuando hay cirrosis o cáncer hepático, que ya es “cuando el hígado está muy enfermo”, afirma Sabela Lens, hepatóloga del Hospital Clínic de Barcelona y especialista de la Sociedad Española de Patología Digestiva (SEPD).

Para diagnosticar a las personas con hepatitis D, se debe buscar entre los pacientes que padecen hepatitis B. Pero como a menudo no presentan síntomas, “es necesario hacer un cribado proactivo para detectarlos”, manifiesta la doctora Lens. Además, “al menos una vez en la vida, a las personas que padecen hepatitis B se les debe mirar si también tienen el virus D”, apunta.

“Esto hasta ahora no era una práctica automatizada”. Sin embargo, “se está comenzando a emplear la técnica de diagnóstico basada en el test reflejo” en la que con la misma muestra con la que diagnostican a alguien por primera vez de hepatitis B, se observa también si padece hepatitis D. Esta nueva técnica “permite ahorrar tiempos y agilizar el diagnóstico”, expresa la especialista. No obstante, aclara que, aunque “es una tecnología fácilmente aplicable dentro de un laboratorio de microbiología de un hospital”, hoy en día sólo está disponible en algunos centros hospitalarios de referencia.

La infección por el virus de la hepatitis D puede prevenirse mediante la vacunación contra la hepatitis B. De hecho, la OMS subraya que el número mundial de infectados por el virus D ha disminuido desde el decenio de 1980 gracias, sobre todo, a los satisfactorios resultados obtenidos por el programa mundial de vacunación contra la hepatitis B. No obstante, esta entidad advierte de que la vacunación contra la hepatitis B no protege frente al virus D a quienes ya están infectados por el virus B.

Pero el principal obstáculo en la lucha contra la hepatitis D es el tratamiento. Esta enfermedad hace que el hígado se deteriore más rápido que con otras hepatitis virales. Además, suele afectar a personas jóvenes para las que “por la alta progresión de la enfermedad, el único tratamiento posible era el trasplante hepático”, explica la doctora Lens.

Hasta hace poco tiempo, no existía ningún medicamento específico para las personas con hepatitis D. Estas recibían tratamiento con interferón, un fármaco utilizado para tratar otros tipos de hepatitis, “pero la tasa de respuesta era muy baja en pacientes con hepatitis D”, manifiesta la especialista. Sin embargo, recientemente se ha aprobado un nuevo medicamento antiviral para tratar este tipo de hepatitis. Esta terapia impide la entrada del virus en las células del hígado, por lo que “logra reducir la carga viral y, en algunos casos, incluso, llega a negativizarla”, expone.

El fármaco se llama bulevirtida y se administra una dosis de 2 mg. al día mediante una inyección subcutánea. Bulevirtida está aprobado en la Unión Europea, Gran Bretaña y Suiza pero, por el momento, no en Estados Unidos.

Con este medicamento “podemos frenar la progresión de la enfermedad del hígado al reducir la inflamación causada por el virus”, subraya la doctora Lens. Aunque, “es cierto que aún se necesita tiempo para valorar mejor sus efectos a medio-largo plazo, resulta muy prometedor que, al menos, ya haya una alternativa terapéutica para estos pacientes, lo que nos lleva hacia el manejo efectivo de esta enfermedad”, manifiesta.

FUENTE: efe

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