Después de que el presidente de Haití fue asesinado y el país se sumió en la confusión, Ariel Henry se convirtió en jefe del gobierno, responsable de llevar a los asesinos ante la justicia y de ayudar al país a sanar.
Pero nuevas pruebas sugieren que Henry mantuvo comunicación con uno de los principales sospechosos del caso, y que ambos siguieron en contacto estrecho incluso después del asesinato.
El magnicidio del presidente Jovenel Moïse en julio sumió aún más en el caos a una nación que ya estaba en problemas, con muchas instituciones públicas destrozadas, una capital sitiada por pandillas, una economía colapsada y los pocos líderes electos que quedaban en el país en una pelea por el control del gobierno.
La ascensión de Henry como primer ministro prometía arreglar algunas de los problemas, y obtuvo promesas de apoyo en el exterior y allanó potencialmente el camino hacia unas elecciones. Se comprometió a llevar a los asesinos ante la justicia, frenar la violencia y marcar el comienzo de un periodo de unidad política.
Pero la investigación sobre el asesinato se estancó y poco después surgieron preocupaciones sobre el compromiso de Henry para resolver el asesinato. Esas preocupaciones se centran en su conexión con Joseph Felix Badio, un exfuncionario del Ministerio de Justicia buscado por las autoridades haitianas bajo sospecha de organizar el ataque en el que Moïse murió.
Los registros telefónicos revisados por The New York Times, así como entrevistas con funcionarios haitianos y con uno de los principales sospechosos del crimen, revelan detalles potencialmente incriminatorios sobre la relación de ambos hombres. Entre ellos, que Badio habló con Henry antes del asesinato y después, incluidas dos llamadas durante un total de siete minutos la mañana siguiente al asesinato.
Luego, cuando Badio fue buscado por la policía, visitó a Henry, según dos funcionarios haitianos con conocimiento de la investigación.
Cuatro meses después del asesinato, dijeron los funcionarios, Badio fue a la residencia oficial de Henry en dos ocasiones (ambas de noche) y pudo entrar sin impedimentos por los guardias de seguridad del primer ministro, a pesar de estar huyendo de la policía.
No está claro si Henry, quien ahora es el primer ministro del país, hizo algo para ayudar a los sospechosos, la mayoría de los cuales fueron finalmente capturados o murieron abatidos por la policía. Un portavoz de Henry dijo que, a pesar de los registros telefónicos, no habló con Badio después del asesinato y que no tiene ninguna relación con el sospechoso. No se pudo contactar con Badio para que hiciera comentarios.
Pero el antiguo fiscal general de Haití, quien fue destituido de su cargo por Henry, ha pedido al primer ministro que responda a las preguntas del caso. Y ahora, uno de los principales sospechosos en la investigación ha ofrecido amplios detalles sobre lo que él llamó la relación de confianza que Badio tenía con Henry.
Poco antes del asesinato, dijo Jaar, Badio le comentó que Henry sería un aliado útil después de que el presidente fuera derrocado.
“Es mi buen amigo, lo tengo totalmente controlado”, contó Jaar que le dijo Badio cuando Henry, un neurocirujano de 72 años, fue nombrado primer ministro.
Después del asesinato, Jaar dijo que él y Badio se mantuvieron en contacto mientras esquivaban a las autoridades, y que ambos incluso compartieron una casa de seguridad varios días después del asesinato.
En las horas tras el asesinato, cuando los agentes de policía atraparon a los mercenarios colombianos acusados de llevar a cabo el asalto, Jaar dijo que Badio había pedido ayuda a Henry para escapar. Según Jaar, Henry respondió que “haría algunas llamadas”, aunque sus afirmaciones no pudieron ser verificadas de forma independiente.
Tres funcionarios haitianos implicados en la investigación han confirmado que Henry estuvo en contacto con Badio en múltiples ocasiones. Los funcionarios, que no estaban autorizados a discutir el caso públicamente, sostuvieron que Henry sería un sospechoso formal en la investigación si no estuviera al frente del gobierno.
Jaar afirmó que pensaba que el objetivo del complot había sido deponer, no matar, al presidente, y que se ha visto atrapado en un juego político mayor que aún no comprende del todo. El viernes fue detenido en República Dominicana tras seis meses de fuga, según un alto funcionario de seguridad del país.
Según Jaar, los conspiradores pretendían juramentar a una exjueza de la Corte Suprema, Windelle Coq-Thélot, como nueva presidenta. Su relato sugiere que esperaban el apoyo de elementos clave del Estado haitiano, incluidas las fuerzas de seguridad, en su intento de golpe.
Pero cualquier plan que pudiera haber para capturar, y no matar, al presidente se frustró cuando unos hombres armados irrumpieron en su casa y lo asesinaron en su dormitorio. Cómo y por qué cambió el plan (de obligar al presidente a dimitir a asesinarlo) Jaar afirmó que no lo sabía.
Las llamadas telefónicas de Henry con Badio fueron reveladas por primera vez en septiembre por uno de los principales fiscales haitianos de la época, Bedford Claude, quien pidió al primer ministro que las explicara ante los tribunales.
Pero Henry actuó rápidamente contra los funcionarios que intentaron investigar sus vínculos con Badio. Y el alcance de los contactos entre ambos hombres —incluida la afirmación de los funcionarios de que Badio acudió a la residencia del primer ministro mientras huía de las autoridades— no se había hecho público anteriormente.
Después de que Claude llamara a Henry para interrogarlo, su supervisor, el ministro de Justicia, Rockfeller Vincent, dijo que recibió una llamada del primer ministro, quien le pidió que despidiera al fiscal. Vincent dijo que se negó. Días después, Henry los despidió a ambos.
“Creo que él proporciona uno de los elementos clave en el asesinato”, dijo Claude, refiriéndose a Henry.
El portavoz de Henry dijo que los funcionarios fueron despedidos por violar la ley con el fin de avanzar en sus agendas políticas, incluyendo quebrantar la prohibición de citar a altos funcionarios a los tribunales.
En una entrevista concedida un mes después del asesinato, Henry dijo que su principal objetivo era celebrar nuevas elecciones y luego renunciar. No ha fijado la fecha de la votación.
Jaar también implicó a otro alto funcionario del gobierno de Henry: el jefe de policía, Frantz Elbé. Según Jaar, durante una reunión para discutir el complot, Badio llamó a Elbé, un alto asesor de la policía en ese momento, y le pidió que le ayudara a conseguir armas para el golpe. Elbé le dijo a Badio que no tenía las armas, pero tampoco trató de impedir que se produjera el golpe, relató Jaar, sin aportar pruebas independientes.
Henry ascendió a Elbé en octubre para dirigir la Policía Nacional de Haití. Elbé no respondió a las solicitudes de comentarios.
Jaar, nacido en Haití y descendiente de inmigrantes palestinos, pasó tres años en una prisión de Estados Unidos por tráfico de cocaína. A su regreso a Haití, a mediados de la década de 2010, dijo que dejó el negocio de la droga y construyó una cadena de pollerías en la capital, Puerto Príncipe.
Afirmó que fue reclutado en la trama a finales de mayo por Badio a través de un amigo común. Jaar dijo que se unió por el disgusto que le producía el creciente autoritarismo del presidente y por la esperanza de obtener un trato comercial preferente por parte del nuevo gobierno.
Jaar dijo que no sabía de quién seguía órdenes Badio, ni quién era el principal autor intelectual.
Dijo que aceptó unirse al plan porque Badio y otros conspiradores le dijeron que contaba con el pleno apoyo de Estados Unidos, que, según ellos, se estaba poniendo nervioso por los supuestos vínculos del presidente con terroristas y narcotraficantes.
No ha surgido ninguna prueba de que ninguno de los sospechosos nombrados tuviera ninguna conexión activa con el gobierno estadounidense, ni de que Estados Unidos estuviera involucrado o al tanto de la trama.
Sin embargo, hay al menos seis ciudadanos y residentes estadounidenses a los que la policía haitiana acusa de participar en el complot. Un antiguo comando colombiano acusado de participar en el asalto, Mario Palacios, fue acusado en Florida el 4 de enero de conspirar para matar a Moïse.
Jaar dijo que contribuyó con unos 130.000 dólares al plan, ayudó a encontrar las armas y proporcionó la casa desde la que 21 comandos colombianos retirados partieron hacia la residencia presidencial poco después de la medianoche.
Funcionarios de seguridad haitianos dijeron que el asalto a la residencia presidencial estaba destinado a ser llevado a cabo por el grupo criminal llamado Phantom 509, formado por antiguos y actuales policías y con fuertes vínculos políticos.
Jaar dijo que él y Badio se habían reunido con un hombre que decía ser un líder de Phantom 509 para discutir el complot, pero que la pandilla se retiró una semana antes del asesinato, por razones que dijo desconocer. Jaar dijo que fue entonces cuando los exsoldados colombianos, que supuestamente fueron traídos para proporcionar seguridad al sucesor del presidente, fueron informados de que su misión había cambiado: asaltar la residencia presidencial.
Jaar afirmó que no sabía cómo fue que el plan para arrestar a Moïse se convirtió en algo mortal, con el presidente recibiendo 12 balazos en su habitación.
Pero minutos después del asesinato, Jaar dijo que recibió una llamada telefónica de Germán Rivera, el líder de los mercenarios colombianos.
“La rata ha caído”, dijo Jaar que le dijo Rivera, utilizando un nombre en clave despectivo que los conspiradores usaban para el líder de Haití. “El presidente está muerto”.
Fuente: The New York Times