Este miércoles 10 de agosto se cumplieron 28 años de la solución a la gran crisis política poselectoral como consecuencia de los resultados denunciados como fraudulentos por el principal partido de oposición de entonces: el Revolucionario Dominicano, que con su candidato José Francisco Peña Gómez y en su retórica dejaban sentado con claridad meridiana que estaban dispuestos a lo que fuere con tal de hacer respetar la voluntad popular.

Así como el sistema bipartidista (PRSC-PRD) llegaba a su fin, las tres principales figuras políticas dominicanas, Joaquín Balaguer, José Francisco Peña Gómez y Juan Bosch tocaban las puertas de su ocaso político para dar paso a una nueva generación de liderazgo colectivo, encarnada esencialmente en el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), que a su vez rompía con el bipartidismo.

Hasta ese momento, si bien el sistema de partido se había consolidado y funcionado de manera más o menos adecuada, también la historia recoge que los tres grandes, referidos en el párrafo anterior, fueron quienes sostuvieron la débil institucionalidad dominicana, como veremos cuando escrutemos aquella segunda crisis que se registró en 1994.

Recuérdese que el evento del que se cumplieron esta semana 28 años, estuvo precedido por una crisis político-electoral similar después de las elecciones de 1990 en la que el candidato del PLD, Bosch, denunció también que Balaguer hizo “un fraude colosal”.

El desgaste en el poder del Partido Reformista y de su propio líder, Joaquín Balaguer, abrían las esclusas para que toda el agua de libertad y de cambio contenida por la fuerza conservadora gobernante, posibilitara su salida por el torrente de las calles en los barrios dominicanos.

Balaguer, un maestro en el arte del poder, al sentarse públicamente en la biblioteca República Dominicana con el doctor José Francisco Peña Gómez a buscar una salida a la crisis política, andaba como todo jugador experimentado, con un as bajo la manga. Con la intervención del embajador John Graham, de la Misión de Observadores de la Organización de Estados Americanos (OEA) y el mediador por antonomasia Agripino Núñez Collado, los dos colosos de la política se vieron frente a frente, a pesar de la discordia en ebullición.

Los reporteros que cubríamos las incidencias del quehacer político en República Dominicana, nos quedamos absortos cuando el 9 de agosto a las 7 de la noche, Peña Gómez acudía a una reunión convocada por el doctor Balaguer en la referida biblioteca de la avenida Doctor Delgado, próximo al Palacio Nacional.

Como un detalle inusual, Balaguer llegó primero. El doctor Peña Gómez se incorporaría posteriormente y lo hizo esperar.

Los reporteros que acudimos a tomar notas de los resultados de esa reunión no teníamos mucho espacio para movernos: estábamos confinados en un angosto espacio, nuestros oídos fuera de las voces de los dos protagonistas principales. Según contaron posteriormente los testigos de excepción, y el propio Peña Gómez después, cuando los ánimos se caldearon, Balaguer–en su tono pausado fruto de su control emocional característico– sacó su propuesta: “¿Por qué no compartimos el pastel?”, a lo que Peña Gómez ripostó: “¿Qué significa eso?”.
–“Yo dos años y usted dos años”. Lo que pasaría luego con esa propuesta es harto conocido.

Pocos se iban a dar cuenta, incluido el propio Peña Gómez, del golpe de timón que forzaba el viejo zorro de la política, que vio en esa jugada–y quizás en el lenguaje corporal del líder más grande de masas- que la encerrona en la que estaba metido tenía visos para su salida, y se la proporcionaría el propio contendor.

Como era natural, el doctor Balaguer, que conocía al PRD tanto como el propio José Francisco, estaba claro que su propuesta iba a generar un mar de discordia a lo interno de ese partido, que en el correr del tiempo había dado muestras de que la unidad de criterios para emprender las grandes estrategias ha sido su gran falencia, no importa si está en el poder o en la oposición.

El viejo zorro de la política sabía que cualquier salida que viniese de su pródiga mente, traería dificultades a lo interno, resquicio que él necesitaba para colarse dos años. Pero un factor externo era el que finalmente le iba a favorecer para quedarse ese tiempo y ganar el que necesitaba a los fines de volver a trazar otra estrategia inteligente.

El Pacto por la Democracia
A pesar de las múltiples denuncias de fraude realizadas no solo por los perjudicados, sino por la comunidad internacional y los dos prestigiosos periódicos norteamericanos The New York Times y Washington Post, que publicaron informaciones y editoriales reforzando la narrativa de plagio de las elecciones, el organismo electoral dio triunfador a Balaguer.

El enfoque norteamericano, como ocurre en estos tiempos con el tema migratorio de los haitianos hacia República Dominicana, siempre ha visto la isla, y sigue viendo, como un todo cuando se trata de analizar los problemas de los dos países.

Esa falla de enfoque de los políticos de Washington les hace cometer errores garrafales que pagamos nuestros pueblos con atraso, sangre y la corrupción de una clase política insaciable y una oligarquía que pesca en río revuelto.

El golpe de Estado propiciado contra Jean Bertrand Aristide por parte del general Raoul Cedras en 1991 era otro dolor de cabeza para el gobierno de Estados Unidos, que impulsó sanciones económicas a través de las organizaciones de las Naciones Unidas (ONU) y de Estados Americanos (OEA) que decretaron un embargo, para lo cual el poder americano necesitaba la frontera dominico-haitiana sellada. Y Balaguer lo sabía.

Un grupo de periodistas que por motus propio hicimos el recorrido desde la frontera sur hasta el norte para concluir en Montecristi, pudimos comprobar en aquella ocasión cómo el flujo de combustible por esa franja se realizaba en horas de la noche, evadiendo el embargo dispuesto por las entidades multilaterales con el fin de presionar la salida del general Cedras y crear, como luego se crearon, las condiciones del retorno de Aristide.

El gobierno de Bill Clinton necesitaba estabilidad en la isla y así fue discutido en la Casa Blanca.
Fruto de la firma del Pacto por la Democracia, Joaquín Balaguer sobrevivió dos años más en el gobierno, dos años les fueron recortados, pero a cambio consiguió aprobar elecciones de segunda vuelta si no se obtenía el 50 por ciento más uno de los votos, con lo que empedró el camino al doctor Peña Gómez y facilitó la llegada al poder de una tercera fuerza: el PLD.

 

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