Aunque desagradable, sorprendente y doloroso en el seno familiar, para el patólogo forense hoy resulta ser un hecho común que un octogenario envuelto en una actividad física intensa, muera repentinamente, al lado de una joven acompañante, luego del uso de un potente vasodilatador tipo sildenafil.
En estos casos el examen interno del cadáver muestra daño cardíaco antiguo con estrechez de las arterias coronarias. La hipertensión arterial, el sobrepeso, la diabetes, el tabaco y un alto contenido de colesterol en sangre suelen acompañar este tipo de deceso. Lo que mucha gente desconoce es que a diario centenares de miles de adultos urbanos salen temprano, al mediodía, o en la tarde para integrarse a la caravana de conductores, pasajeros y transeúntes que llenan calles, avenidas y carreteras en donde los niveles de monóxido de carbono son una grave amenaza para la salud.
Los doctores Sanjay Rajagopalan y Philip J. Landrigan, del Instituto cardiovascular Harrington de los hospitales universitarios del centro médico de Cleveland y de la universidad Western Reserve han publicado un interesante artículo en la revista médica The New England Journal of Medicine. El trabajo de investigación se titula “La contaminación y el corazón”. Estimaron que, a nivel mundial, en el 2019 el número de fallecidos producto de la contaminación ambiental fue de nueve millones. El 61.9% mostró grave daño cardiovascular.
La Organización Mundial de la Salud estima que el 91% de la población mundial vive en sitios donde los umbrales de contaminación atmosférica exceden los 10 microgramos por milímetro cúbico. Desde el 1990 los niveles tóxicos han aumentado en un 51% y siguen creciendo. En los Estados Unidos luego del Acta “Aire limpio” implementada desde 1970 la contaminación se ha reducido en un 70%. Concluyen los autores del trabajo comentado que la transición del uso de energía de combustibles fósiles a energía limpia y renovable no solamente reducirá las muertes cardiovasculares tempranas, sino que se refleja positivamente en la lucha contra el cambio climático.
En un momento cuando la atención universal está concentrada en una titánica guerra contra la pandemia del siglo XXI y su consecuente efecto dañino en la economía mundial, nosotros contemplamos con asombro una ola de fallecimientos por arteriosclerosis coronaria en dominicanos cada vez más jóvenes, hipertensos amantes de la sal y el sobrepeso, teniendo como colofón el uso del cigarrillo. El cúmulo de basura cargada de plásticos y otros materiales no reciclables, junto al creciente parque vehicular urbano no son predictores de buen augurio.
Solo una política sanitaria de Estado consensuada en el compromiso de todas las partes envueltas podría salvarnos.
Se estima nueve millones muertes por contaminación ambiental en 219
En Estados Unidos la contaminación se ha reducido 70% desde 1970
Solo una política sanitaria de Estado consensuada podría salvarnos
FUENTE: hoy